No quise terminar mi visita a la finca agroecológica Utopía sin llevar alguno de sus productos más orgánicos y qué mejor ocasión para probar de una vez por todas la esquiva quinua que varias veces vi en los estantes de las tiendas naturistas y en algunos restaurantes vegetarianos, pero que no me decidía a comprar aunque ya estaba al tanto de sus magníficas cualidades, muy aprovechadas por nuestros ancestros indígenas en su dieta básica. Evelio me dijo que para prepararla había que dejarla en agua varias horas, lavarla bien y luego agregarla en la cocción del arroz, pero mi amiga Daniela insistía en freírla con algunos condimentos amenazando con declinar la invitación. Aún así, la noche anterior dejé una cantidad suficiente en un bol con agua.
Creo que todos los que íbamos ese sábado a visitar la Ecoaldea Utopía esperábamos encontrar un grupo de personas, tal vez unas pocas familias, compartiendo un terreno muy organizado y activo, pero en cambio encontramos la casa y sementeras de nuestro amigo Jaime Aguirre, sin más compañía que su esposa Ari y su hija Neva. Creo que el nombre de ecoaldea se refiere al propósito mismo de crearla en compañía de las personas que trabajan mancomunadamente con ellos en las fincas de la vereda El Verjón y los custodios de los bancos de semillas que se han ido creando en esta zona y en la ciudad de la que se esconde detrás de los cerros.
Jaime nos dejó una buena impresión, como era de esperarse de alguien que tuvo el valor de dejar una vida de bastantes años en una reconocida empresa de la que obtenía grandes beneficios económicos, prefiriendo el ostracismo inevitable de los que se excluyen de la masa humana y a pesar de nuestra ignorancia y ocasional impertinencia ante sus confidencias, se mostró comprensivo y paciente durante un largo rato, pero no pudo ocultar cierta incomodidad con esta visita en la que no esperaba ser abordado como el nuevo objetivo de documentación para el Movimiento Zeitgeist Colombia, por lo cual nos invitó a visitar la maloka que se divisa al otro lado del riachuelo que atraviesa la finca, y nos prometió una sesión filmada para otra ocasión.
La finca tiene una extensión suficiente como para albergar una ecoaldea de 100 o 200 personas dejando espacio para las sementeras y tierra virgen, cuenta con agua de manantial y escorrentía y está emplazada bajo la protección de unas colinitas muy rocosas que presentan una hermosa vista, dejando un corte casi vertical por el que se contemplan las montañas lejanas. No cabe duda que el lugar es muy apropiado para la estancia aunque es algo desfavorable en cuanto al clima para la diversidad de cultivos ya que está a 3150 metros s.n.m. Claro que esto no ha sido obstáculo para producir varios bancos de semillas con la colaboración de otros habitantes de la zona.
Uno de ellos está a la entrada de la vereda y allí pudimos ver muchas clases de tubérculos y hortalizas que no estaban en nuestro imaginario. Yo creía por ejemplo, que había unas cinco variedades de papa y otras tantas de maíz, pero ese día me enteré que de cada uno pasan de treinta en el país. Otros más completos están en Bogotá, en Usaquén y Suba, que espero visitar pronto así como los que han estado haciendo algunas comunidades muiscas en otros municipios del departamento con quienes están muy conectados los custodios de los que provee Utopía. También hay que visitar un proyecto gemelo en Cerrito, Santander y asistir a uno de los talleres que imparte Jaime en el Jardín Botánico. Hay mucho qué aprender.
Fue bueno enterarse que en Colombia y otros países latinoamericanos hay muchas comunidades que han creado Bancos de Semillas Orgánicas después de la indignación que nos causó escuchar de Jaime acerca de la lucha que mantiene un grupo de personas contra una legislación que cursa en el congreso, cuya finalidad es la apropiación exclusiva de los recursos alimentarios y la certificación de las semillas que todos consumimos, por parte de grandes empresas multinacionales, de tal manera que si por desgracia se llegara a aprobar, cualquier cultivador pasará a ser nada menos que un delincuente, por eso debemos involucrarnos más con estos proyectos que son la base de cualquier ecovilla que pretendamos construir.
La casa de Utopía es una construcción de madera que parece prefabricada y con razón no agrada del todo a sus ocupantes, que esperan cambiarla en el futuro por una más acorde con el lugar y su identidad. Yo le insinué un par de veces a Jaime que nos permitiera entrar, pero evadiéndose nos presentó en cambio su huerta adosada al costado, que me pareció poco merecedora de su título y no me ofreció algún aspecto interesante para fotografiar, pero fue el lugar donde Jaime Aguirre nos trajo una variedad de cajas con los productos que procesa para comerciar, todos con base en quinua y otros cereales nombrables e innombrables, solos y mezclados, naturales y saborizados. Me llamó la atención la ¡Quinua con Maca de chocolate! No imagino a qué puede saber, y no quería saberlo antes de probar la quinua natural, por lo que a nuestro anfitrión le tomó varios minutos empacarme una bolsa con la semilla que por primera vez vi, muy pequeña, como el ajonjolí.
El arroz mezclado con quinua y fideos nos quedó de maravilla. Le dije a Daniela que trajera el arroz integral que me sugirió Evelio y también los condimentos que quería utilizar para freír la versión del día siguiente, que también estuvo muy buena. No faltaron los tomates y la cebolla de nuestro altiplano. Abstraído en la cocina con la preparación, pensaba que si ya estuviéramos viviendo en un sistema social basado en recursos, no tendríamos que preocuparnos por las semillas orgánicas ni las leguleyadas de los que nos las quieren quitar, no habría Movimiento Zeitgeist ni proyectos de casas con materiales reciclables y sólo nos ocuparíamos de preparar un buen arroz con quinua en el intermedio de nuestras labores de personas en verdadera libertad.
Y un video pendiente con otras reflexiones de Jaime Aguirre.
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