Autoconfianza, por Ralph Waldo Emerson


Acerca de la recomendación del mes de Noviembre, publicamos un extracto de la charla "Autoconfianza" del erúdito escritor norteamericano Ralph Waldo Emerson...

Hay un momento en la educación de toda persona en que se llega a la convicción de que la envidia es ignorancia; que la imitación es suicida; que debe aceptarse a sí mismo, para bien, para mal, como suyo; que aunque el ancho mundo está lleno de bienes, no hay grano de maíz nutritivo que no le venga a través de la faena hecha en ese pedazo de tierra que se le dio para labrar. El poder que reside en la persona es nuevo en la naturaleza, y nadie sino ella sabe lo que puede hacer, ni ella sabe hasta que lo intenta. No es por nada que una cara, un carácter, un hecho, le impresionan tanto, y otros no. Esta escultura hecha en su memoria no carece de armonía preestablecida. El ojo se situó donde caería un rayo, para dar testimonio de ese rayo en particular. Nos expresamos a medias, y nos apenamos de esa idea divina que representamos cada uno de nosotros. Puede confiarse como armónica y de buenos principios, por lo que puede ser impartida fielmente, pero Dios no hace manifiesta su obra mediante cobardes. Un ser humano se siente aliviado y alegre cuando ha puesto su corazón en su obra y dado lo mejor de sí; pero cuando lo que haya dicho o hecho no sea así, no se sentirá en paz. Es una liberación que no libera. Al intentarlo, su genio lo abandona; ninguna musa se acerca; no hay creaciones ni esperanza.
Confía en ti mismo: todo corazón vibra con esa nota. Acepta el sitio que la divina providencia te asignó, la sociedad de tus contemporáneos, la conexión de los eventos. Las grandes personas siempre han hecho esto, y han confiado, como niños, en el genio de su era, negando su percepción de que lo completamente digno de confianza se asentaba en su corazón, que trabajaba con sus manos, que predominaba en todo su ser. Y ahora somos personas, y debemos aceptar con la mayor magnanimidad el mismo destino trascendental; no como menores o inválidos en un rincón seguro, ni como cobardes huyendo ante una revolución, sino como guías, redentores, y benefactores, obedeciendo el esfuerzo del Todopoderoso, y avanzando hacia el Caos y la Oscuridad.

El otro terror que nos aleja de la confianza personal es nuestra conveniencia; una reverencia por nuestros acciones o palabras pasadas, porque los ojos de los demás no tienen más información para calcular nuestra órbita que nuestros actos de antaño, y somos renuentes para decepcionarlos.

¿Pero por qué tenéis que estar vigilante? ¿Por qué arrastrar este cadáver de la memoria, por miedo a contradecirte en algo que dijiste en tal o cual lugar público? Supón que te contradecís: ¿y qué pasa? Parece ser una regla sabia no confiar solamente en tu memoria, ni siquiera en los asuntos que requieran pura memoria, sino que es mejor traer el pasado al presente y juzgarlo con sus millares de ojos, y vivir siempre en un nuevo día. En tu metafísica le negaste personalidad a la Deidad: mas cuando lleguen los movimientos devotos del alma, déjate llevar por ellos, con todo el ser, aunque vistan a Dios con forma y color. Deja tus teorías, como José dejó su ropa en manos de la ramera, y escapa.
Una conveniencia tonta es el duendecillo de las mentes pequeñas, adorado por estadistas, filósofos y teólogos pequeños. Con la conveniencia un alma grande no tiene nada qué hacer. Igual podría importarle su sombra en la pared. Di hoy lo que piensas con palabras severas, y mañana di lo que piensas mañana con palabras severas, aunque te contradigas en todo con lo que dijiste ayer. "Ah, pero muy seguramente serás incomprendido". ¿Y es tan malo ser incomprendido? Pitágoras fue incomprendido, y también Sócrates, y Jesús, y Lutero, y Copérnico, y Galileo, y Newton, y todo otro espíritu puro y sabio que se haya encarnado. Ser grande es ser incomprendido.
Para descargar el texto completo. También puede solicitarlo en zeitgeistcolombia@gmail.com o suckertrainblues@gmail.com

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