La historia del agua embotellada, por Annie Leonard.

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En este vídeo que acaba de salir a la luz, realizado por la ecologista Annie Leonard, se argumenta que, en el futuro, consumir agua mineral en botella de plástico será tan mal visto como fumar al lado de una mujer embarazada.


Algunas de las cuestiones que plantea son:


- ¿Tiene sentido comprar agua mineral si, al final, la del grifo es de la misma calidad?

- La necesidad de luchar contra los ejecutivos que quieren crear una demanda para un producto que es hasta 1.000 veces más caro que el agua del grifo.

- El hecho de que buena parte de las botellas son de plástico y acaban en basureros gigantescos sin posibilidad de reciclaje, además de la energía empleada para fabricarlas.



Una de las historias más significativas que cuenta es la de Fiji Water. En 2006 la marca de agua, que se comercializa como la más pura del mundo, lanzó una campaña con el mensaje: 


“Porque el etiquetado dice que no está embotellada en Cleveland”.


El objetivo era resaltar la exclusividad y su pureza frente a una ciudad con tan poca gracia como Clevaland. Los responsables de la ciudad decidieron comparar el agua del grifo del municipio con la de Fiji y encontraron unos resultados sorprendentes. Elagua de Fiji contenía 6,3 microgramos de arsénico por litro mientras que el agua de la ciudad no tenía ni rastro de esta sustancia. (Fiji Water hizo sus propios tests y dijo que sólo contenía 2,3 microgramos por litro aunque nunca mostraron las pruebas).

La prepotencia de Fiji Water acabó volviéndose en su contra y ha sido incluida en el ranking de CNN de los 101 momentos más estupidos de los negocios. Pero también sirvió de argumento a los que dicen que, a pesar de la publicidad, muchas veces el agua del grifo es equiparable o mejor que el agua embotellada por una fracción de su precio.

Reseña tomada de http://www.yorokobu.es/

Otra reseña encontrada en el blog alternativo:
Esta es la historia de un mundo obsesionado con las cosas. Es la historia de un sistema en crisis. Estamos destrozando el planeta, estamos destruyéndonos los unos a los otros y encima ni siquiera estamos disfrutando. La buena noticia es que cuando empecemos a comprender cómo funciona el sistema también empezaremos a ver mil formas de darle la vuelta a los problemas para encontrar soluciones.
Uno de los problemas de intentar utilizar menos cosas es que a veces tenemos la sensación de que las necesitamos de verdad. Por ejemplo, si vives en una ciudad como Cleveland y quieres beberte un vaso de agua, ¿te vas a arriesgar a tomarla del grifo? ¿O mejor te compras una botella de agua Fiji?
Fiji estaba convencida de que la respuesta a esta pregunta era obvia, así que creó toda una campaña de marketing que resultó ser una de las estrategias más absurdas de la historia de la publicidad. A la ciudad de Cleveland no le gustó ser el objeto de las bromas de las botellas de Fiji, así que llevó a cabo unos análisis cuyos resultados indicaron que un vaso de agua Fiji es de calidad inferior, sabe peor y cuesta miles de veces más.
Esta es una historia que se repite cada vez que se compara el agua del grifo con el agua embotellada. ¿Cuál es más limpia? A veces una, a veces la otra. En muchas ocasiones, el agua embotellada está sujeta a menos controles que el agua del grifo. ¿Cuál sabe mejor? En diferentes pruebas que se llevaron a cabo en todo el país, el consumidor prefería de forma sistemática el sabor del agua del grifo.
Las empresas comercializadoras de agua embotellada afirman que solamente cumplen con la demanda del consumidor. Pero, ¿quién demanda un producto que sabe peor, que es menos sostenible y mucho más caro? Y menos aún cuando ese mismo producto lo tienes de forma casi gratuita en tu propia cocina.
El precio del agua embotellada es unas 2.000 veces mayor que el precio del agua del grifo. ¿Te imaginas pagar dos mil veces más el precio de cualquier otra cosa? ¿Un sándwich de 10.000 dólares?

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