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Técnicamente impresionantes, esas máquinas no supusieron ningún motivo de celebración para los cajeros humanos. Como las cifras no tardaron en demostrar, un cajero automático podía realizar el trabajo de no menos de treinta y siete empleados (y no solía ponerse enfermo). En Estados Unidos, medio millón de personas, alrededor de la mitad de la mano de obra en la banca al por menor, perdió su trabajo entre 1980 y 1995, en parte a causa de la invención de estas máquinas tan dócilmente eficientes.
Tomado de Ansiedad Por El Estatus, p. 110.
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