... Es casi seguro que el pensamiento científico ha existido desde el principio. Se puede ver incluso en los chimpancés, cuando patrullan las fronteras de su territorio o cuando preparan una caña para meterla en el montón de termitas y extraer así una fuente modesta pero muy necesaria de proteínas. El desarrollo de habilidades para seguir pistas ofrece una ventaja selectiva evolutiva poderosa.
Los grupos que no son capaces de adquirirlas consiguen menos proteínas y dejan menos descendencia. Los que tienen una inclinación científica, los que son capaces de observar con paciencia, los que tienen predisposición para descubrirlo consiguen más comida, especialmente más proteínas, y viven en hábitats más variados; ellos y sus líneas hereditarias prosperan. Lo mismo es cierto, por ejemplo, de las habilidades de navegación de los polinesios. Una habilidad científica ofrece recompensas tangibles.
La otra actividad principal para acumular alimento de las sociedades preagrarias es la recolección de vegetales. Para hacerlo se deben conocer las propiedades de muchas plantas y tener la capacidad de distinguirlas. Los botánicos y antropólogos han encontrado repetidamente que los cazadores-recolectores de todo el mundo han reconocido distintas especies de plantas con la precisión de los taxónomos occidentales. Han trazado un mapa mental de su territorio con la precisión de los cartógrafos. También aquí, todo eso es una condición para sobrevivir.
Así, la afirmación de que, igual que los niños no están preparados para ciertos conceptos de matemáticas o lógica, los pueblos «primitivos» no son capaces intelectualmente de entender la ciencia y la tecnología es una tontería. Este vestigio de colonialismo y racismo queda desmentido por las actividades cotidianas de un pueblo que vive sin residencia fija y casi sin posesiones, los pocos cazadores-recolectores que quedan, los custodios de nuestro pasado profundo.
De los criterios de Cromer para el «pensamiento objetivo» podemos encontrar ciertamente en los pueblos de cazadores-recolectores un debate vigoroso y sustancial, democracia de participación directa, viajes de largo recorrido, ausencia de sacerdotes y la persistencia de estos factores no durante mil años sino durante trescientos mil o más. Según sus criterios, los cazadores-recolectores deberían tener ciencia. Yo creo que la tienen. O la tenían.
El Mundo y sus Demonios, p. 342-343.
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